En el pasado, en realidad no tan lejano, era habitual que algunos maestros abusaran de su posición de poder en las escuelas y que humillaran a los alumnos, según su criterio y apetencia, poniendo los brazos en cruz para sujetar una buena pila de libros, soportando un buen golpe con la regla en las manos por algún error o descuido, o unas terribles y vergonzantes orejas de burro frente a los demás.
Aquellos métodos que se utilizaban en el pasado no gozaban, claro está, de valores que hoy consideramos esenciales, como son el respeto, la empatía o la dignidad. El simple hecho de ser una persona más mayor y de gozar de un estatus respetable, como era el caso de un maestro o una maestra, ya parecía dar patente de corso para poder mal disciplinar a los niños de forma autoritaria y, por qué no decirlo, algo siniestra y malévola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario